Recordé este verano, por una conversación con amigos, este artículo de Rosa Montero en El País que ya tiene un tiempo. Lo escribió a raíz de la noticia de que un famoso cantante de reggaeton se había comprado su primer avión privado y se echó a llorar por ello. En fin… Esa imagen de millonario triunfador, alardeando ante sus millones de seguidores de sus bienes materiales, de su vida de lujo… De la idea de qué es el éxito que se nos vende.
Porque, ¿qué es lo primero que nos viene a la cabeza cuando pensamos en alguien exitoso?. Seguramente pensemos en alguien que gana mucho dinero, que tiene tropecientos mil seguidores, que va de evento en evento… Alguien con cierto poder. Seguramente nos venga a la mente algún famoso o alguna influencer que se hace fotos con ropa que cuesta más que tu sueldo mensual y veranea a todo trapo en playas paradisíacas. Es decir, lo relacionamos con grandes logros económicos y sociales, con tener fama, con que los demás tengan una buena opinión de nosotros. Pero, ¿eso es realmente el éxito?.
A mí me parece que no. Desde mi punto de vista, creo que ese éxito que nos venden está poco ligado a la felicidad personal. Si la idea de éxito que tenemos tiene que ver con conseguir fama, reconocimiento y seguidores que besen el suelo por el que pisas, tal vez no estés buscando el éxito personal, sino una manera de alcanzar esa idea de éxito y, por tanto, la supuesta aprobación de los demás. Y tal vez tengas que preguntarte por qué.
Y algo hizo clic…
Ya os hablé en su momento sobre compararse con otros y sobre las inseguridades que tenía los primeros años en los que me dedicaba a ilustrar. No me sentía del todo cómoda con mi trabajo y siempre me fijaba en otros compañeros que entendía como más exitosos: esos que publicaban mucho, ganaban bien (o eso creía), tenían muchos fans… Y pensaba que si conseguía llegar a eso también sería exitosa en mi campo y alcanzaría algún estado de felicidad con mi trabajo. Pero eso nunca llegaba. Y además estaba equivocada.
Pasados los años, llegó un momento en el que estallé, y traté de dejar de lado ese tipo de pensamientos que me generaban tanto malestar y me estaban lastrando. Todo ese ruido de fondo me había generado tanta inseguridad que era incapaz de que me gustase mi trabajo, me impedía crecer y mejorar. Así que tuve que trabajar conmigo misma esa parte, necesitaba hacer ese cambio de mentalidad. También hice algunos cambios grandes en mi vida (como mudarme de Madrid a Valencia y buscar la tranquilidad). Y, poco a poco, me noté evolucionar, fui ganando en seguridad, y eso se notaba en los nuevos trabajos que ahora SÍ me gustaban. Y se notaba aún mas en los clientes y el tipo de encargos que iban llegando, justo lo que hacía unos años quería.
Entendí que no tenemos que pensar que lo que nos venden como éxito es a lo que tenemos que aspirar, sino que tenemos que preguntarnos qué es el éxito para nosotros, de qué manera podemos ser más felices, y marcarnos objetivos para alcanzarlo. Y, sobre todo, disfrutar del camino. Ahora, más o menos, la vida que llevo se va pareciendo a la que quería tener. Y sin aviones privados, ni falta que me hacen.
2 comentarios
Qué fácil resulta a veces fijarnos en lo que hacen los demás… y no nos damos cuenta de que para cada uno el éxito es algo muy diferente. Creo que siempre he tenido más o menos claro que es el éxito para mí, pero mi problema era que en cuanto conseguía algo me centraba en ir «a por lo siguiente» sin pararme a celebrar o saborear lo logrado. Desde que me he dado cuenta de esto, intento disfrutar del camino y no tratar de ir simplemente saltando de meta a meta.
¡Besotes!
Mira, en eso me identifico completamente, en conseguir algo e ir a por lo siguiente sin celebrar ese logro. Ahora soy mucho más consciente de eso y trato de darme ánimos mentalmente por lo conseguido, aunque a veces todavía se me olvida
¡Un abrazote!